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El importante crecimiento que ha experimentado el sector lácteo en las últimas décadas, ha creado innumerables oportunidades para los productores, pero también grandes desafíos en cuanto al manejo nutricional de las vacas lecheras. Los nuevos sistemas de alimentación que buscan atender los requerimientos energéticos de las vacas durante la lactancia, tienen implicancias tanto para el pH como para el bienestar de la microbiota ruminal; factores que finalmente van a impactar la salud y la producción animal. La acidosis ruminal subaguda (SARA, por sus siglas en inglés) es una condición perjudicial que limita la producción de leche y suele ser subdiagnosticada, principalmente en los sistemas pastoriles como los del sur de Chile.
Fisiología y metabolismo
La microbiota ruminal puede ser considerada como un complejo ecosistema que contiene distintos microorganismos especializados (bacterias, hongos, protozoos, arqueas) para diferentes funciones. En un reciente estudio global –realizado en 35 países de los 5 continentes– que analizó la composición de la microbiota ruminal de 32 especies de rumiantes; se demostró que por encima de la especie animal y la ubicación geográfica, la dieta es el factor principal capaz de modificar el ambiente ruminal (Henderson et al., 2015).
Los factores que más afectan el balance del ecosistema dentro del rumen son:
La composición de la dieta (los tipos de ingredientes).
La presentación de la ración y la estrategia de entrega.
La correcta elección de los aditivos.
La edad de intervención ruminal en los terneros.
Se sabe que el pH ruminal debe mantenerse idealmente en el rango de 6 y 7, y que las variaciones tanto de la composición de la ración, como de la consistencia de la misma, pueden alterar significativamente el delicado balance de los microorganismos.
Si el pH del rumen se acerca a 5 entonces las poblaciones Streptococcus bovis aumentarán, mientras que otros grupos bacterianos no serán capaces de tolerar tal grado de acidez; provocando mortalidad celular selectiva. En esta condición, las poblaciones de S. bovis se incrementan.
S. bovis es productor de ácido láctico, lo que hace que el pH dentro del rumen se acidifique aún más. Ante esta condición, el animal tiende a disminuir su consumo de materia seca, lo que afecta directamente la producción de leche. Y si la condición de acidez se mantiene, puede generarse un daño estructural en la mucosa –conocida como “necrosis papilar”– que puede ser leve pero suficiente para permitir un flujo de microorganismos al hígado vía porta. Esto derivará en un absceso hepático alterando, además, el metabolismo general del animal.
Por último, el animal podrá sufrir un balance energético negativo (NEB, por sus siglas en ingles), pues la producción láctea se mantendrá, aunque en menor grado. El mecanismo compensatorio del animal se activará, metabolizando tejidos propios –principalmente la grasa– para obtener la energía que le es insuficiente.
El proceso de metabolización de grasa es un mecanismo complejo que requiere que el hígado transforme esos lípidos en glucosa. Muchas veces, este proceso resulta en acumulación de sustancias derivadas de lípidos que quedan atrapadas en hígado, alterando así su función, además de producir metabolitos de desecho que llegan al torrente sanguíneo y de esta forma acentúan el desequilibrio metabólico del animal (cetosis).
Una situación similar ocurre con los animales en transición. En ellos es natural que disminuya el consumo de materia seca en un momento en el que existe un aumento del requerimiento energético, debido a la lactancia temprana. Caen así en un balance energético negativo, pudiendo llegar a una acidosis ruminal subaguda si se mantiene la condición de estrés fisiológico y metabólico.
Autor fuente: TodoAgro.com.ar
Autor:
Antioquia, Colombia
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