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auregia, una pequeña finca de Navarra (España) abandonó el modelo convencional en 2009, y ahora es el vivo ejemplo de que se puede vivir dignamente de la ganadería sostenible.
En Aniz, pueblo prepirinanico de sesenta habitantes, una pequeña explotación agropecuaria cambió de arriba a abajo su modo de subsistencia hace trece años. Desde entonces, producen y venden leche lo más cercana y saludable posible. También la transforman en queso, yogures y batidos. Es una familia que lleva cuatrocientos años sin moverse del lugar y que, en 1993, montó la segunda casa rural de Navarra. Esta entrevista nace de la conversación con Mikel Azkarate, uno de sus promotores.
¿Cómo definirían su iniciativa?
Jauregia es una “forma de vida”. Una pequeña granja en la que ordeñamos 28 de las 51 vacas que tenemos y de la que vivimos seis personas. Pero en el Valle de Baztán, que es donde vivimos, hay 3.000 o 4.000 vacas, sin contar las de carne, y en total solo hay tres ganaderos de menos de cuarenta años.
¿Qué pasa con la carne?
Pasa que un ternero se vende a los 20 días de nacer, y que pagan entre 130 y 150 euros, cuando hace treinta años se vendían a 40.000 o 50.000 pesetas (entre 240 y 300 euros). Antes se podía vivir bien de la carne, ahora es difícil. Pero, volviendo al asunto, en Jauregia somos dos hermanos y cuatro trabajadoras. Sale a cinco vacas lecheras por persona. Esa es nuestra sostenibilidad. En proporción, somos la granja más pequeña de Navarra, y la única de ganado vacuno en ecológico. De ovejas sí que hay, pero tres o cuatro, no más. Ahora mismo ya no vendemos a la agroindustria; transformamos todo lo que producimos.
Hacemos el ciclo completo: desde el pasto hasta los consumidores. Ordeñamos a las seis de la mañana y tres horas después alguien puede tomarse un café con esa leche en la cantina de Katakrak, a 55 kilómetros de nuestra casa.
¿Por qué son ganaderos?
Nuestro punto de partida siempre fue que queríamos vivir y trabajar en el pueblo, y una de las pocas alternativas que hay es la ganadería. En 2000 yo me incorporé a trabajar con mi padre, para hacer una granja potente, de 60 vacas. Entonces funcionábamos en convencional y vendíamos el 100% de la producción a Kaiku. Aquello daba para un puesto de trabajo. Luego mi hermano Aitor se quiso instalar con nosotros, y claro, tenía que generar su puesto de trabajo, pero el Gobierno de Navarra nos exigía instalar otras 50 vacas, y ampliar la nave, y más tierra… y no queríamos. Veíamos claro que con la ganadería convencional y la venta a la industria no había futuro. Pero el problema es que nadie transformaba la leche de vaca, todos vendían a la industria, no había cálculos de rentabilidad.
Al final lo consiguieron…
Fue un tira y afloja con el Gobierno de Navarra: no nos querían dar el permiso porque automáticamente les obligaba a darnos ayudas económicas. Investigamos, fuimos a Francia y conseguimos mucha información. Les demostramos que con diez vacas cuya leche se destinara a queso, generábamos ese segundo puesto de trabajo. En 2004, después de un año de pelearnos con ellos, conseguimos que no nos obligaran a poner más vacas, y que nos dejaran montar la quesería. Al principio producíamos 2.200 litros de leche al día y con una parte de esa leche empezamos a hacer queso. Luego cada vez producíamos más queso, y hacíamos menos venta a la industria, hasta que en 2009 decidimos salirnos de la venta a la industria, producir todo para nosotros, y cambiarnos a la ganadería ecológica. Ahora sacamos 500 litros de leche al día de media.
¿Fue difícil?
Veníamos de un manejo muy intensivo: éramos como una granja de 8.000 mil vacas, pero en pequeño. En invierno sacábamos el purín nevando, porque las vacas estaban de mierda hasta el tobillo. Era un mercado nuevo, y no estábamos formados para trabajar en ese modelo. Tuvimos que empezar casi de cero. No sabíamos ni qué hacer con las mastitis, porque ya no podíamos utilizar los antibióticos. Hicimos muchos viajes a Francia y a Galicia, y a Iparralde también. Ahora a veces pasa al revés, que vienen aquí a informarse, y nos ayudamos mutuamente, pero la verdad es que lo pasamos muy mal. Aquello fue muy duro.
¡Nadie regala nada!
Sacábamos las vacas al pasto y no sabían ni cómo comer la hierba. No lo habían hecho nunca y se quedaban ahí quietas, mirando. Ese primer año, con las 35 hectáreas, solo tuvimos pasto para un mes. En todo este tiempo lo hemos ido optimizando y este año hemos tenido alimento para nueve meses.
¿Ahora ya son económicamente viables?
Totalmente. La que no es sostenible es la agroindustria de leche convencional, que está pagando 33 céntimos por litro de leche. Y lo que tampoco se sostiene es que le des a una vaca entre 10 y 14 kilos de pienso al día, que no salga a pastar, y que uses los campos para echar el purín. Nosotros les damos dos kilos de pienso certificado al día, y hay cuatro meses al año que ni siquiera comen pienso.
¿Cuánto campo necesitarían para ser autónomos?
Con las 35 hectáreas, que la mitad son alquiladas a gente que ha dejado la actividad, no somos autosuficientes, pero casi.
¿Qué producen exactamente?
Leche, yogurt, quesos y batidos. No hacemos mantequilla, porque se requieren 15-20 litros por kilo y una vez que le quitas la grasa a la leche y se convierte en desnatada, ¿qué haces con esa leche? Los consumidores de leche ecológica no quieren leche desnatada, y es un rompecabezas que no hemos conseguido resolver.
¿Su modelo ecológico necesita vacas especiales?
Hasta finales de los setenta estaba la vaca parda alpina. Aquella daba entre 10 y 12 litros de leche al día y tenía una nata del copón. Entonces nadie les daba pienso porque era muy caro. En 1980 llegó la frisona, la vaca blanca y negra que está en todas partes. Con esa vas a sacar 40 litro al día; es la raza que más leche produce a nivel mundial, pero también la de menor calidad. Nosotros nos hemos cambiado a la montbeliarde.
Trajimos cuatro puras y el resto lo estamos cruzando con un toro montbeliarde. En la tercera generación, la montbeliarde absorbe genéticamente a la frisona. Llevamos diez años, todavía nos queda un 40% del ganado. Dan 20 litros al día, pero es mejor así que en en el modelo convencional, porque ahí lo que una vaca les da a partir de 25 litros se lo gastan en veterinario, pienso, etcétera. Vamos lentos, pero queremos vacas que nazcan aquí, porque el ganado que se compra fuera no está inmunizado frente a las bacterias locales, y muchos de los terneros se mueran a los tres días. Tienes que congelar el calostro para dárselo, porque nacen sin anticuerpos.
¿Aquí tratan mejor a los animales?
Cuando trabajábamos en el modelo convencional, teníamos todo digitalizado. Las vacas iban con pulseras y chips, todo se registraba y estaba centralizado en un ordenador. Teníamos una antena con la que recogíamos los números, los celos, y todo. Ahora cada vaca tiene su nombre y conocemos bien a cada una.
Pero, aparte de la tecnología, ¿hay diferencias?
Yo solo digo que las vacas de la ganadería ecológica viven más y mejor. Cuando tienen que salir al pasto, abres el portillo, y antes de salir ya te están esperando. El primer día después del invierno es muy bonito, solemos grabarlo porque salen brincando. En convencional viven cinco o seis años y tienen 2,15 partos de media, en ecológico viven el doble y tienen siete partos de media.
En la ganadería convencional, a partir del tercer día de vida, es decir, después del calostro, ya les empiezan a achuchar, les dan leche en polvo para que crezcan más rápido, y las separan de la madre. No toman ni su propia leche. A los 15-16 meses tienen el cuerpo hecho y ya las están inseminando, para que a los dos años hayan parido y empiecen a producir leche, pero antes del parto les ponen inyecciones, porque con la bajada de la leche tienen una carencia de calcio fuerte.
En comparación, en ecológico las alimentamos con la leche de la madre los primeros 90 días, y la madre y la ternera van juntas. Desde el primer día ese ternero va a tener una constitución más amplia y más salud. Viven más, tienen menos cojeras, porque están mucho menos tiempo sobre el hormigón, sufren menos enfermedades en general, y no tienen problemas de reproducción como las otras. En ecológico tenemos prohibido pinchar hormonas, pero tampoco es necesario, porque son mucho más fértiles. En la ganadería convencional les pinchan sistemáticamente.
De algo enfermarán sus vacas…
Muy poco. Alguna mastitis en invierno es lo más común por aquí, por la humedad. Y poco más. Nos da dolor porque el Gobierno de Navarra nos obliga a vacunar de lengua azul, aunque no lo necesitemos. En diez años hemos hecho un par de cesáreas, pero no hemos tenidos problemas de “cuajar”, que es cuando se desplaza el estómago. En una granja convencional es muy común. Cuando la vaca tiene una dieta muy desequilibrada, con exceso de proteínas, tiene problemas de cetosis y la tienen que operar. Aquí tiramos de aceites esenciales como antiinflamatorio; usamos árbol del té, con una mezcla hecha de canela y otras hierbas de base, diluida en aceite de girasol ecológico.
¿Por qué la ganadería ecológica no tiene más éxito?
Tal vez la PAC (Política Agraria Comunitaria) tenga algo que ver: el que más produce más cobra, y las granjas que estamos en ecológico, somos pequeñas. El consumidor y la consumidora también tiene que espabilar y conocer la procedencia de los alimentos que consume. Si no, luego no vale quejarse, pero la verdad es que no acabamos de arrancar. El 50% de lo que se produce en España sale de Galicia. Allí hay dos industrias que compran leche ecológica y bastantes pequeños productores. También hay una ganadería en Ciudad Real. El resto, poca cosa, somos cuatro gatos. Aquí al lado, en Espinal, hay un chico que hace yogures y que lleva dos años que si sí que si no, dudoso de pasarse al ecológico. El Intia (Instituto Navarro de Tecnologías e Infraestructuras Alimentarias) ha hecho una granja experimental en ecológico y vende la producción a Aspace. Aquí al lado, en Gipuzkoa, hay tres productores: uno con seis vacas, otro con diez, y otro con 30.
¿No son profetas en su tierra?
Pues no. Ni siquiera en nuestro Valle de Baztán conseguimos convencer a nadie para que siga con el modelo de producción en ecológico. Solo estamos cuatro productores: un productor de huevos, la sidra Lekaroz, un vino blanco y nosotros. Quizás tendríamos que cambiar de discurso. El modelo intensivo está totalmente agotado. La gente del sector ganadero tiene una media de 55 años, y cambiar de mentalidad con esas edades es muy difícil. De todas maneras, lo que da pena es cuando ves a un chaval de 20-25 años que se mete en una inversión enorme, con todas las subvenciones que tú quieras, eh, pero que luego hay que pagar.
¿Cómo animarían a la gente a pasarse a la ganadería ecológica?
Ahora estamos trabajando la línea de la formación. Se va a montar una Escuela Agroecológica en Oronoz el próximo año, hemos estado con el Ayuntamiento participando en la mesa de trabajo, colaboramos con la Escuela-Taller de Villava, nos mandan estudiantes en prácticas, hacen visitas.
Estamos en ese camino, a ver si la gente da el paso, aunque está claro que fácil no es. Aquí, en Baztán, ya les puede contar que en los últimos treinta años ha cerrado el 90% de las explotaciones pequeñas de Navarra, que los mayores no facilitan el relevo generacional y menos animan al ecológico. Todo lo contrario: empujan a los hijos y a las hijas para que se busquen otro trabajo que no sea la ganadería. Es triste, pero es así.
AUTOR-FUENTE.
CONtexto ganadero
https://www.contextoganadero.com/reportaje/las-vacas-de-la-ganaderia-ecologica-viven-mas-y-mejor
Autor: Daniel Correa Villada
Antioquia, Colombia
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