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Caucasia, Antioquia
Titan Fish es una piscícola apoyada por Avancemos Bajo Cauca. Un proyecto familiar que crece.
Una carcajada colectiva, en medio del calor que arrecia al mediodía en Las Malvinas, paraje rural de Caucasia, anuncia que un secreto se ha filtrado: los hombres de la piscícola familiar le temen al agua. No saben nadar. En tono de complicidad y reproche, una de las mujeres revela que hasta han tenido que diseñar flotadores para las temporadas de pesca porque los de los niños ya están dañados. “¡Usted no se alcanza a imaginar!”.
La anécdota es diciente: en un terreno infértil para la mayoría de granos y que se convierte en pantanal cada que sube el Cauca, ahora florece un emprendimiento de cultivo de peces. Los protagonistas, como el secreto que causa risas socarronas a la hora del almuerzo, son cinco integrantes de una familia que le han dado vida a Titan Fish, una de las microempresas que hoy hace carrera en el Bajo Cauca.
Su historia podría ser la misma de muchos productores de la subregión. La diferencia, sin embargo, es que esta familia —junto con 499 microempresarios más— ha sido acompañada durante los últimos tres años por Avancemos Bajo Cauca, una alianza integrada por la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo (Usaid), Comfama, Mineros e Interactuar.
Aunque no ha sido su propósito directo, la iniciativa ha resultado en que la minería ilegal y otras actividades informales dejen de ganar adeptos en la zona. Los conocimientos, profesionales de apoyo y capacidades instaladas hasta ahora son, según los integrantes de Titan Fish, algunas de las razones. Y aunque agregan que lo bueno no dura para siempre, pues el acompañamiento terminará en un año, esta vez sienten que están listos para caminar y hasta nadar solos.
Así nació el negocio
La mujer que soltó de tajo el secreto familiar fue Jiseth Córdoba Brun, pionera de este emprendimiento de pesca, quien cuenta que junto con su esposo, Jovanni Giraldo Franco, terminaron en la piscicultura después de un fracaso empresarial. Se dedicaban a la avicultura y llegaron a tener hasta 1.200 pollos. Estaban a nada de lograr el punto de equilibrio, pero un percance con uno de los proveedores llevó todo a pique.
Esa caída no representó el final. Por el contrario, nuevos vientos soplaron y terminaron en Asofruit, una asociación de Caucasia, a la cual el Municipio le entregó 10 hectáreas en modalidad de comodato. La condición era hacer productivo el terreno, y de esa forma los cinco integrantes de Titan Fish terminaron recibiendo 1,5 hectáreas en total.
Entonces, el emprendimiento no existía, pero la necesidad de hacer producir ese pedazo de tierra y un curso del Sena les hicieron ver las bondades de los peces. Aunque en la zona tenían mala fama por su poca rentabilidad, el matrimonio Córdoba Giraldo apostó por una piscícola. Jovanni, quien es ingeniero de sistemas, hizo las cuentas y sí daban: no entendía por qué en el pueblo decían que no les funcionaría.
Recuerda Jiseth, mientras se resguarda del sol bajo una polisombra, al pie de uno de los cuatro estanques que hoy tienen, que muchos se limitaron porque las tierras que les entregaron son inundables. A un kilómetro pasa el río Cauca y comparten frontera con varios caños y lagunas, por lo que en la zona no pegan los cultivos de maíz, yuca y arroz.
“Muchos sembraron, sembraron y sembraron, pero llegó el invierno y todo lo inundó. Ahí dijimos que esta tierra sí era pa’ pescado”.
El arranque no fue fácil. La falta de experticia, en principio, les frenó el brío, pero para eso están los amigos, y más los que se han cultivado durante toda la vida. Don José Carmelo Pérez, oriundo de Cereté y quien comenzó primero en el oficio, les ayudó a afinar el método de pesca (ver Fotografía 1).
Cuando se aventuraron a sacar la primera cosecha, tiraron el chinchorro, una y otra vez, hasta el cansancio, y no sacaron nada. Porque la cachama —especie que cultivan— es “viva” y se “echa”, rosando el fondo del estanque, cuando se siente amenazada.
“Alcanzamos a salir a las 7:00 de la noche ese día”, confirma Jovanni, sin desconocer que la experiencia de don José les ayudó a enderezar camino. Ahora, con su compañía, resuelven una pesca previo al mediodía, y pesan, organizan y reparten en un momentico.
Mecánica del cultivo
Jiseth y Jovanni se decidieron por la cachama y el bocachico porque la tilapia es más compleja de cultivar en estanques de tierra. Aunque es más perseguida en el mercado, su reproducción comienza en menos de tres meses y, como guarda los huevos en la boca, deja de comer. “No crece, cosa que no es rentable para el negocio, además de convertirse en una especie de plaga incontrolable”, explica Jiseth.
De los males también habla Jovani, quien recorre la tierra firme que limita con sus cuatro estanques, mientras uno de sus colaboradores va y viene, con el agua al torso, en una labor cotidiana de limpieza. “Hace poco sufrimos un ataque. Nos encontramos con 40 garzas comiendo cachamas. De 1.500 sembradas, alcanzamos a sacar la mitad”.
El martín pescador y las babillas igual merodean por la zona. El primero, desde arriba, fija su ojo y pico en la presa. El segundo, desde los caños, se escabulle por entre los alambrados, come, digiere y se va. Pero a las algas de los estanques también hay que mantenerlas a raya. En el día, bajo la luz del sol, producen oxígeno para las cachamas y bocachicos, pero en la noche, una vez se oculta, compiten sin piedad por respirar.
Si estos factores se mantienen a punto, cada cinco meses un estanque alcanza a producir cerca de 800 peces, si es temporada seca, y entre 1.500 y 2.000, si es época invernal. La rentabilidad por cosecha, teniendo en cuenta que la tasa de mortalidad puede llegar al 20%, ronda los 2,5 millones de pesos por cada estanque, según números de Titan Fish.
Un sueño familiar
Lograr este engranaje no hubiera sido posible sin aplicar la táctica de los peces, que avanzan en cardumen. Por eso Miriam y Julio Cesar, padres de Jovanni, y Augusto, uno de sus hermanos, completan el quinteto que ha sacado a flote este emprendimiento familiar a las afueras de Caucasia.
Miriam ha asumido las ventas en el pueblo, la organización del pescado a entregar y, cuando es necesario, el cuidado de los nietos.
Julio está de tiempo completo en la unidad productiva, cuidando de los peces, atento a los colaboradores y manteniendo a raya a las plagas. Y Augusto, que es ingeniero de sistemas como su hermano Jovanni, hace de todo cada que puede (ver Fotografía 2).
Nacidos en Palmira (Valle), Dabeiba (Antioquia) y La Virginia (Risaralda), los integrantes de esta familia reconocen que les gustaba el campo, sí, pero no comer pescado. Ahora son amantes de la cachama y el bocachico, confiesa Miriam, “porque cómo no vamos a probar y disfrutar lo que nosotros producimos. ¡Esa es la primera muestra de calidad!”.
Una muestra similar deja, hasta el momento, Avancemos Bajo Cauca en esta familia y su negocio. Además de la asistencia física, con algunas máquinas y otros materiales, quedan las asesorías técnicas y comerciales. Ese conocimiento, según Jiseth y su esposo, les permitirá avanzar por sí mismos, sin temor al fracaso, una vez termine el año que le resta a la iniciativa.
“Nosotros hemos estado acostumbrados al asistencialismo, y lo que nos ha dejado la alianza es conocimiento y amigos. Y eso es mejor que tener plata”, expresa Jiseth, mientras fríe cachamas en un fogón de leña, y concluye que el sueño familiar es convertir su tierra en Las Malvinas en 16 estanques de cultivo de peces, ahí al pie del Cauca
Autor y fuente https://www.elcolombiano.com/antioquia/con-piscicultura-combaten-la-informalidad-en-el-bajo-cauca-PJ16978777
Autor: Administrador TuAgro
Antioquia, Colombia
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